Al hacer del Profeta Muhammad la figura más grande y, en consecuencia, uno de los hitos más resplandecientes de la historia humana, Dios ha otorgado su mayor favor a la humanidad. Quien busque guía no puede dejar de verlo, pues se destaca como una torre, una montaña en el horizonte, irradiando luz como un faro, llamando a todos al camino verdadero. Es inevitable que los buscadores de la verdad se sientan atraídos hacia el magnífico pináculo en el que se encuentra.
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